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La paradoja de ser cuidador principal y tener que cuidarse, conciliar en los cuidados

En las últimas décadas estamos siendo testigos de un gran cambio en la pirámide poblacional. Podemos prever que el envejecimiento de la población supondrá un desafío, no sólo para los sistemas de salud, la economía o las políticas sociales, sino para toda la sociedad en su conjunto, ya que no sólo tenemos una población envejecida, sino que aumentan las situaciones de dependencia y por tanto aumentan las demandas de cuidado. 

En este contexto, en el que la población es más longeva y en el que predominan las mujeres (se habla de una feminización de la vejez, ya que la esperanza de vida en hombres es de 80 años aproximadamente y la de mujeres es de casi 86 años), es importante plantearnos que las personas mayores no sólo son receptores de ayuda, sino que también son proveedores de dicha ayuda. Nos encontramos abuelos que cuidan de sus nietos en el día a día, personas mayores que siguen atendiendo sus negocios, que participan en su entorno social mediante voluntariado, etc. y personas mayores que cuidan de sus parejas o familiares dependientes, también mayores. 

En este grupo encontramos, como sucede en la población general, que los cuidados suelen ser desarrollados mayoritariamente por mujeres, en muchas ocasiones también vulnerables o con dependencia, y que cuentan con pocos recursos o apoyo social. Este rol de cuidador también es asumido en muchas ocasiones por hombres, pero presentan otras dificultades adicionales asociadas a los estereotipos de género, como por ejemplo problemas para expresar emociones o pedir ayuda a otras personas.  

Es importante destacar que el apoyo que dan estos cuidadores no sólo es material o instrumental, de ayuda para las actividades de la vida diaria (aseo, alimentación, higiene…), sino que también tiene una dimensión afectiva en la que el binomio cuidador-cuidado tiene su origen en un fuerte vínculo de proximidad e intimidad. Además de suponer un importante ahorro económico para la sociedad que no tiene que proveer dichos cuidados que son asumidos por el cuidador mayor (que suele ser la pareja o un familiar muy cercano como un hermano/a), los aspectos psicológicos y emocionales hacen que la persona que ejerce los cuidados convierta esta actividad en algo más de su día a día. 

La persona mayor que asume el cuidado forma parte de una población que ha sufrido una historia vital de sacrificio, privación y esfuerzo, con una generosidad absoluta por la generación que representamos hoy día la población adulta (los que nos encontramos entre los 30 y 50 años) se convierte en “cuidador”, siendo un rol de fuerte carga emocional y física. En ocasiones, esta tarea se traduce en una “sobrecarga” que lleva a una desatención de la propia salud del cuidador, reducción de las relaciones sociales y familiares y malestar emocional, como podrían ser estrés, ansiedad y depresión. 

Los cuidadores mayores dedican su día completo a dar respuesta a las necesidades de la persona a la que están cuidando, dejan de realizar actividades que no estén relacionadas con el cuidado y dejan de preocuparse por sí mismos, porque se sienten en la necesidad y/u obligación de dar dichos cuidados. 

Es por ello muy importante que las políticas sociales vayan destinadas no sólo a la persona que precisa los cuidados, sino también a la persona cuidadora. Recursos como el Servicio de Ayuda a Domicilio destinado a dar ayuda en el cuidado del hogar y “sustituir” al cuidador principal en algunos momentos del día para poder tomar un “respiro”; o los Centros de Día, en los que las personas mayores dependientes reciben ayuda y atención y el cuidador principal puede realizar otras tareas del hogar o de autocuidado el tiempo que permanece su familiar en el centro. 

Otros recursos como el voluntariado de acompañamiento, ayuda a que la persona cuidadora siga integrada socialmente, pueda relacionarse y expresar y compartir emociones, tanto del cuidado como de su día a día; o los grupos de apoyo social y de “Cuidar al cuidador”, en los que el familiar cuidador puede sentirse acogido para conocer más sobre la enfermedad de la persona a la que cuida, adquirir conocimientos sobre los cuidados, saber los límites que puede asumir en los cuidados y el momento en los que tiene que delegar los mismos y compartir sentimientos de frustración, miedo y gratificación.  

A pesar de lo duro que pueda suponer cuidar de un familiar mayor cuando uno también lo es y puede encontrarse en una situación de vulnerabilidad por la edad o por su estado de salud, son muchas las ocasiones en las que los cuidadores se sienten valiosos y orgullosos del esfuerzo que realizan por dar apoyo, compañía y afecto al familiar que le necesita y al que ayuda. Es muy importante que la sociedad reconozca la gran labor que realizan y el ejemplo que suponen para otras generaciones, que dejen de ser invisibles y se les brinde apoyo (sanitario, político, económico, social y emocional) para que puedan seguir realizando esta tarea de forma que no sea una carga, sino una satisfacción vital personal. 

Mientras que eso ocurre, si soy cuidador mayor ¿qué puedo hacer para cuidarme? 

Recordemos que si cuidamos de nosotros mismos podremos proveer de mayores y mejores cuidados a nuestro familiar, así que estos son mis consejos:

  1. Al igual que es importante cuidar de la persona mayor que depende de ti, es muy importante que cuides de tu propia salud, tanto física como mental. Sigue acudiendo al médico cuando lo necesites, coméntale que eres cuidador/a principal y que habrá momentos en los que podrás acudir presencialmente y en otras ocasiones necesitarás atención en el domicilio. Continúa con las pautas farmacológicas (igual que anotas cuando tu familiar tiene que tomar un medicamento, controla los que debes tomar tú). Y, ante cualquier síntoma de alerta, llama a los servicios sanitarios de urgencia o al Servicio de Teleasistencia.
  2. Cuida tu alimentación y tus momentos de descanso, esto te permitirá sentirte mejor, cuidarás mejor y con más energía. En ocasiones hacer un menú semanal te resultará de gran utilidad, tanto para realizar la compra, como para llevar un buen hábito de alimentación. 
  3. Mantén un estilo de vida activo. Es importante que puedas buscar algún momento del día en el que salir a andar o hacer algún tipo de ejercicio físico, incluso una opción puede ser bailar en el salón de casa. También hacer ejercicios mentales como juegos de mesa, crucigramas, o la lectura son de gran utilidad para mantener la mente atenta, concentrada y despejada. 
  4. Planifica los cuidados con un horario establecido, pero flexible (por ejemplo, en los horarios de aseo, alimentación, acostarse-levantarse, etc.). Esto te ayudará a organizar mejor tus tareas y poder tomar tiempos de descanso. Además, la persona que está siendo cuidada tendrá una rutina clara y estable que le ayudará a sentirse cómoda y segura.
  5. Mantén, en la medida de lo posible una relación activa y cercana con tu entorno, tanto con familiares, como con amigos y profesiones y recursos. No te sientas mal por expresar tus emociones, compartirlas te ayudarán a descargar toda la fuerza que tienen y a superar momentos de inquietud, miedo o ansiedad. 
  6. Crea un entorno seguro en tu casa, despejado y bien iluminado para evitar caídas, tener acceso seguro a las medicinas (bien anotadas para tenerlas a mano en caso de necesidad) y un ambiente despejado que te proyecte tranquilidad y no te exija esfuerzos extras para su limpieza. Así te sentirás a gusto y en paz en tu hogar. 
  7. Pide ayuda cuando la necesites, a tu entorno familiar o de amistades, a los servicios sociales o a los recursos que puedan existir en el lugar en el que vives (asociaciones, fundaciones, etc.) para que te acompañen en el cuidado de la persona mayor, te enseñen cómo hacer determinados cuidados, o para poder tomar momentos de respiro, o realizar tareas fuera del hogar.
  8. Es importante que planifiques qué vas a hacer si en algún momento no puedes cuidar de la persona mayor a la que atiendes o que su situación empeore. Pensar en alternativas y “adelantar trabajo” te ayudará a sentirte más segura/o en los cuidados y a saber qué pasos ir dando. 
  9. Ten siempre en mente que existen profesionales y servicios que pueden acompañarte y resolver todas las dudas que le vayan surgiendo. Porque lo más importante en este momento vital es que no te sientas solo/a y a sentirte con la confianza de estar respaldado/a de profesionales que podrán brindarte el apoyo y orientación que precises.

Y el consejo más importante de todos, recuerda que tienes un gran valor para la persona a la que cuidas, pero también para la sociedad, ya que la labor que realizas en el día a día supone un gran legado para las generaciones más jóvenes que son testigos del esfuerzo y mérito de la tarea que realizas. 

Alejandra Chulián
Psicóloga Sanitaria experta en Personas Mayores