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Foto de una madre que sostiene un gato que es acariciado por un niño pequeño

Nada se pierde todo se transforma. El valor del valor de las cosas 

Es el estribillo de una de mis canciones favoritas de Jorge Drexler… 

Cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da. Nada es más simple, no hay otra norma, nada se pierde, todo se transforma. 

Es curioso que, en muchas ocasiones, parece que damos más valor a las cosas cuando las perdemos, cuando desaparecen, cuando se esconden en momentos de incertidumbre. A veces, de manera inconsciente, no le damos la importancia, o el lugar necesario. Es interesante descubrir el valor de las cosas, de las situaciones, las personas, las sensaciones… Partiendo de la base del valor infinito de aquello que nos pasa y de todas las personas, de manera indiscutible a veces nos cuesta verlo o entenderlo… ¡¡o recordarlo!! 

Y es verdad que, a veces, lo más sencillo, lo más simple, lo más cotidiano, los detalles más pequeños, se convierten en grandes detalles, en gestos maravillosos, en el sentido de nuestra existencia, en la diferencia de cómo veamos y afrontemos el día. Un paisaje, una sonrisa, un poder atarse solo los cordones de un zapato…depende de lo que signifiquen para ti o para mí, de manera única y particular, así lo tomaremos como un regalo o una carencia…, sabiendo que el valor es en realidad infinito. 

El valor de las cosas más pequeñas es en sí un regalo y depende de la capacidad que tengamos en cada momento, de manera natural o aprendida, para darnos cuenta de lo que tenemos, o de darle mayor o menor importancia a lo que nos falta…. el valor de lo que creamos a nuestro alrededor, el valor de nuestras capacidades y no de nuestras discapacidades. Porque estoy convencida de que todos, seamos cómo seamos, vengamos como vengamos a este mundo, tenemos capacidades, TODOS, y todos, TODOS, tenemos discapacidades, siempre digo que a unos se nos nota más que a otros, pero están ahí. Y esa discapacidad que todos tenemos, se complementa con las capacidades que tenemos. 

En estos meses tan intensos que hemos vivido y estamos viviendo, experimentamos nuevas situaciones, nuevas emociones, cambios, estamos aprendiendo a relativizar las cosas, a marchas forzadas es verdad, pero aprendemos sin darnos incluso cuenta de ello. Las noticias, las ausencias, la limitación, nos hacen recalcular ruta de nuestra propia historia, improvisar… 

Improvisar, una palabra que asociamos al arte, a la interpretación en el teatro, en el cine… y en realidad, es una capacidad clave también en nuestro día a día, en nuestra relación con los demás y ante situaciones inesperadas. Improvisar no es ir a ciegas, es creer en nuestro instinto, es conectar con nuestro yo más aventurero y resetear nuestro GPS interno. Improvisamos en nuestro día a día sin apenas darnos cuenta. Yo improviso en mi trabajo, como madre, como hija, como pareja, con mi familia, y eso quiere decir que, con nuestros aciertos y nuestros errores, nuestras capacidades y nuestras discapacidades, lo hacemos de la mejor manera que podemos, desde nuestras experiencias acumuladas. 

Esas experiencias íntimas, esas creencias personales, de manera mágica se transforman en intuiciones, pistas de nuestro yo interno, señales que nos pone la vida delante a todos, constantemente. Sólo hay que estar abierto y atento para ver esas señales, abrazarlas sean como sean y unirlas. Casar cada detalle con un hilo rojo que nos ayude a entender, incluso aquello que a priori no entendemos, o no nos permitimos querer entender, y confiar en que las oportunidades están ahí, siempre juguetonas y retadoras, tan sólo hay que estar atenta, atento, para aprovecharlas. 

Y después de compartir contigo estas reflexiones que han resultado profundas y encadenadas, me sale mi vena de niña, de juego, de inocencia… Así que te propongo unir los puntos entre las palabras en negrita. Encadénalas y guárdatelas en aquel rincón que creas oportuno para tenerlas siempre a mano. Espero que te sirvan de inspiración para el camino, el que tú decidas andar, con el valor que tú le permitas tener. 

Cómo y en qué medida las utilizamos, nuestra experiencia para dejarnos llevar por el poder de los cambios, por la importancia o el valor que le damos a lo que tenemos, y la importancia y el valor de lo que no tenemos.

Cómo potenciamos y compartimos nuestras capacidades y nuestras discapacidades, preguntarnos si estamos abiertos a aprender y a improvisar con esos detalles que nos dan pistas para desarrollar nuestra intuición ante aquello que se nos presenta de forma inesperada, y estar preparados para aceptar ese cambio, cómo potenciamos y compartimos ese cambio… un cambio con el que, como dice Jorge Drexler, nada se pierde, todo  se transforma…  

Lary León
Periodista
Coordinadora de Contenidos y Proyectos de Fundación Atresmedia